lunes, 27 de enero de 2014

Comentario: Looking 1x02 - Looking for Uncut


Es una verdad de perogrullo (o un truism, como les dicen en ingles) que la comunidad LGBT ha  estado tradicionalmente tan hambrienta de ver imágenes que la representen en pantalla que consumen cualquier cosa que ligeramente toque la temática. Esto explica la difusión por lo menos de culto de películas de dudosa calidad, la continuidad y fidelidad del publico a premisas agotadas como Queer as Folk, The L Word o Will & Grace, y hasta el éxito a nivel local de Farsantes.
Claro que esto es o fue cierto hasta cierta generación, y ya no tanto así: viendo el piloto de Looking con alguien bastante mas joven, no habíamos llegado a la mitad que me dijo "no me interesa seguir viendo esto: son cosas que ya viví, o diálogos que ya tuve con mis amigos, nada nuevo". Y ahí esta el escollo que enfrenta Looking: ya no alcanza con "mostrarnos en pantalla", hay que ofrecer algo nuevo, algo verdadero, no en el sentido de "lo que se no vio antes de la comunidad gay", si no un producto con una narrativa de calidad que logre despertar el interés, una vuelta de tuerca que hasta ahora no este reflejada (puedo no ser fan de Girls por varios motivos, pero el atractivo es justamente que esta mostrando algo de la experiencia de la mujer urbana de veintipico que hasta ahora no tenia representación de ningún tipo).
El primer episodio falló en eso, bastante mal y este segundo levanta en unas cuantas cosas. Si quieren que nos importen los personajes, tienen que ser algo más que “San Francisco Ken”. Así que en este episodio, en muy pocos minutos, aprendemos un montón sobre los personajes (la excusa de conocerse en una cita es un gran recurso, uno del cual Andrew Haigh, que escribió y dirigió el episodio, hizo una película completa): Patrick, que nos pareció tan pavo en el piloto, es en realidad... ¿precavido? ¿tímido? ¿apocado? Digamos, en el jueguito de “qué Sex and the City sos”, Paddy es claramente Charlotte. Y no hay nada de malo en eso, especialmente porque: a) es autoconciente de esto (sabe lo que los demás -nosotros- piensan de sus actitudes) y b) no se limita nada más a lo que tiene que ver con sexo y relaciones: la escena en el auto donde duda tanto si el coche va a aguantar en cuesta arriba como si va demasiado rápido en cuesta abajo, pinta una personalidad que es así en todo, y que resulta creíble. También Dom adquiere un montón de historia y de capas, y la referencia a que hace ocho años era un mozo con sueños de restaurantier cuando sabemos que sigue siendo un mozo nos define al “winner” como mucho más complejo. Agustín no tiene tanto desarrollo, salvo por mostrar que tríos al margen, realmente quiere hacer funcionar a su relación. La racionalización sobre los motivos para abrir una pareja, no por cierta es menos cliché. 
Lo demás es avance (o no) de la relación de Patrick y Richie, y está bien, dado que parece que va a ser el tema central de la temporada.
Igual, sigue sintiéndose con gusto a poco, pero si logran mantener la mejoría del e01 al e02 por un par de episodios más, hay potencial

Pedigree Gay!

  • Hay varios sitios que están haciendo un seguimiento de cerca sobre las escenas de sexo en el programa. Por ahora hemos tenido mucha charla desprejuiciada, pero en si hemos visto bastante poco (lo más arriesgado, el levante de Dom, apenas muestra un poco de tímido culito). Hace ya unos años The L Word mostraba escenas bastante explícitas. Pero claro, eran chicas, no generaban gay panic en los muchachos hétero (que parecen haber decidido abandonarla en lugar de mantener el combo con True Detective y Girls. Hasta Lena en bolas y chistes sobre menstruación se bancaron, pero chicos dándose besitos son un no-no). 
  • A little respect. No hay mucho más que agregar, salvo que... ¿significa lo mismo para unos sub-30 que para unos cuarentontos como uno? ¿Especialmente en USA?
  • John Grant ya tiene una historia con Andrew Haigh, fue interesante el uso de Pale Green Ghosts. Si toda la serie se va a dedicar a la difusión de artistas LGTB más o menos masivos, puedo vivir con eso. 
  • "Get in the car, Rose": Aunque acá nunca tuvo el impacto que tuvo en USA y otros países como Alemania (Ralf Konnig la refiere todo el tiempo) The Golden Girls, o Las chicas doradas, como se la conoció acá, es una de las claves de la iconografía gay de los últimos 30 años.
  • El levante de Dom canta canciones de Wicked en la ducha. Of course. La situación del levante que se pone a mariconear me recordó a algunos de los testimonios de Maricoteca
  • Dom usa Grindr, mucho más realista. Aunque con lo que vamos sabiendo de Patrick, su uso de OKCupid no es tan desubicado.
  • Los yanquis y su obsesión con el "uncut". Me contó un amigo...

martes, 21 de enero de 2014

Comentario: Looking 1x01 - Looking for now


Ok, necesitaba un proyecto semanal para revitalizar el blog, y justo se estrena Looking y no pude resistirme. Le iba a dar un par de semanas más, pero vamos a ver si por una vez (y mientras me dé) estoy adelantado a la curva en algo (se me callan los fans de Girls que me están chiflando por favor? Si vos chiquita, la de la barba hipster).

Empecemos por que es y por qué no es Looking. Looking es la nueva serie de media hora de HBO protagonizada por tres muchachos (¿señores? ¿chicos?) gay en San Francisco, 2014. Esto también me lleva a lo que no es: Looking no es ni Sex and the City ni Girls, ambas precursoras de media hora en HBO, comedias con mucho drama y protagonizadas por grupos de amigas con vidas sexuales mostradas en pantalla. Tampoco es (por suerte) una nueva Queer as Folk (por lo menos el piloto no lo es... el tiempo dirá), esa telenovela insoportable e interminable que Showtime emitió hace unos años. 
Sin embargo, se han usado a las tres como objeto de comparación, especialmente porque  le facilita el trabajo a los publicistas y periodistas vagos (es como Girls! pero con chicos! y en San Francisco!), cuando se supone que intenta ser algo nuevo.
Está por verse si lo va a lograr. 
Sí es cierto que corrige por experiencia algunos de los defectos básicos de todas las anteriores (por ejemplo, hay diversidad racial y etaria desde el comienzo), aunque necesariamente por transcurrir en una de las ciudades mas caras del mundo va a dejar el realismo en el terreno de lo “mágico” (felicitaciones igual por mostrar que el depto que comparten Paddy y Agustin está medio en las afueras).
El secreto de Looking, por lo menos por los primeros episodios, es su pedigree gay: dirigidos (y co producidos ) por Andrew Haigh, el que nos trajo la maravillosa película Weekend, inmediatamente reconocible por esos planos de honestidad sexual casi brutal, que transmiten una intimidad que no necesita expresarse en palabras (no hay más que mirar la escena en el tren entre Paddy y Richie para ver el ADN Haigh a pleno. Comparar con escena similar en el tranvía en Weekend). Otro toque Haigh es el plano del skyline al atardecer, que intenta hacer por San Francisco lo que tantas series han hecho por New York.
Haigh igual le pone onda donde otros inicialmente no lo están haciendo: Jonathan Groff, discutiblemente el protagonista absoluto de la serie, parece un muñequito de torta, y el guión no lo ayuda. Ningún hombre gay de 29 años es tan pavo, mucho menos viviendo en SF y con amigos como Dom y Agustín. Hablando de estos dos, hay mucho interesante en Dom por su edad y si situación marital/de convivencia (aunque la brocha gorda también lo haga demasiado paralelo a Samantha en S&TC), y en Agustín y su situación de pareja, a la que llegamos in media res, resultando mucho más dinámico que si fuera un argumento de s02. De todos modos asumamos que el guión está medio flojo de papeles, entendible por ser un piloto que nos tiene que presentar personajes, pero que sigue el ejemplo Girls o Louie de tener cero desarrollo argumental (y sin ser un octavo de los gracioso que puede resultar esta última). Lo único que realmente “pasa” en este episodio es que Paddy conoce a Richie, que volviendo a la comparación-que-no-debería-hacer puede transformarse en su Big o en su Adam. En cualquiera de los dos casos, no es una buena noticia para nuestro héroe (?).
Veremos para donde agarra, voy a intentar hacer el seguimiento episodio a episodio, que seguramente van a ser un poco más breves que este. Lo que si voy a tratar de analizar en cada caso es el...

Pedigree Gay!
  • La ex de Dom trabaja en el Barbary Hospital. 28 Barbary Lane es la clásica dirección de la casa donde transcurre la serie de libros de Armistead Maupin de Tales of the City, el Looking original impreso de los años 70/80.
  • En el bar de la despedida de soltero suena Hercules & Love Affair. Alguien hizo los deberes. 
  • Ese misma despedida aparte de presentar a algunos futuros personajes secundarios, muestra un poco de diversidad de cultura gay, con el ex de Paddy ostensiblemente casándose con un oso. Ya con mostrar eso le sacó unos cuantos pasos adelante a QaF.
  • Toques simpáticos sobre el uso de redes sociales (chiste sobre filtros Instagram que va a ser obsoleto en un año, pero que por ahora resulta gracioso), pero nadie se cree que alguien que se supone que está ahead of the curve como Paddy lo haga desde una laptop y no el teléfono. Hasta Girls tuvo una referencia a Grindr esta semana, pónganse las pilas muchachos. 
  • Levante en parque público, estado del piso entre los árboles. Todos hemos estado ahí. HIPER REALISMO. 

lunes, 6 de enero de 2014

El Jazmin de Wall Street: Algunos cruces entre Woody y Marty


En 1989 se estrenó una película llamada New York Stories (Historias de Nueva York en Argentina, aunque nunca hubiese sido más adecuado traducir como corresponde Cuentos de Nueva York) que tenía como gancho estar dirigida por Woody Allen, Martin Scorsese y Francis Ford Coppola. Pésimamente recibida, no se la suele tener en cuenta en el canon de ninguno de los tres directores, básicamente por tratarse de tres cortos sin conexión uno con otro salvo la ciudad que los alberga: el de Woody es como una autoparodia de delirio edípico que de vez en cuando es referenciado; el de Coppola uno de esos pastiches donde trabaja toda su familia y el de Scorsese una pieza casi intimista que se caracteriza por no tener ninguna de las cosas características de la filmografía de Marty, una especie de ejercicio en hacer algo lo más diferente posible a su obra.
De lo que nos quedamos la mayoría con las ganas era de si no una colaboración posta entre los tres (asumámoslo, casi imposible), por lo menos tres cortos que funcionaran en el mismo universo, tres puntos de vista sobre un mismo tema, o por lo menos una continuidad de personajes.
Si miramos a la obra ampliada de los tres directores, hay muy pocas referencias de universo compartido, salvo tal vez esa mirada a “la familia” que nos permitiría hacer una secuencia Padrino II-Disparos sobre Broadway-Padrino I-Buenos Muchachos, pero temas similares rara vez califican como continuidad.
Sí entre las películas de Woody de los últimos 10 años y las de Marty de siempre hay una observación sobre la sociedad norteamericana, donde las desigualdades han llevado a la única posible realización de “el sueño” es por fines espurios, y que en todos los casos terminan mal para los protagonistas o aquellos que los rodean. Nunca estuvo esto más claro que en las dos últimas obras 2013 de ambos: Blue Jasmine y El Lobo de Wall Street. Tanto es así, que salí del cine de ver esta última pensando en cómo Jordan Belfort podría bien ser Hal, el inescrupuloso ex marido de Jasmine que a través de sus maniobras dejó a Jasmine en el pobre estado económico y mental que la encontramos al comienzo de la peli de Woody. Hilando aún más fino, en su operística y casi fársica sobreactuación, Di Caprio bien podría estar canalizando a Baldwin haciendo del seductor aceitoso que le sale tan bien por defecto (el parecido físico, especialmente en el look post-carmela de ambos, es asombroso). Y ya sabemos que Jasmine no es más que una reinvención del personaje en una larga serie, bien podría ser Naomi bajo un nuevo nombre, escapando a la costa opuesta (si, ya sé lo del tema de los hijos, jueguen conmigo) (y ya sé también que bella como es, la Blanchett no es Margot Robbie, pero bueno, ¿qué mujer lo es?).
Una de las críticas que se le hace a El Lobo es no mostrar o referir directamente a las consecuencias de las acciones de Belfort, quien aun en las malas queda siempre como el winner de la situación, y eso es justamente lo que Jasmine hace tan bien: esos excesos tienen consecuencias en esos micro inversionistas que cayeron por la poderosa labia de Jordan/Hal, ejemplificados en la hermana de Jasmine y su ex marido; y esos excesos tienen consecuencias sobre las personas directamente involucradas en la “fiesta”: Jasmine probablemente no era el personaje más equilibrado para cuando conoció a su marido, pero su precario estado mental para cuando la encontramos es consecuencia directa de su historia reciente. ¿O vamos a creer que Naomi salió impoluta del último cuarto de película?
Más allá de esta fantasía de universo compartido, ambas películas tienen otros puntos de contacto, en lo argumental en la ácida observación critica de los excesos de los nuevos ricos o que este descontrol no es invisible para los diferentes entes reguladores, que actúan con mayor o menor efectividad según el caso; o en lo formal, ambas poniendo a una serie de jugadores no habituales en papeles clave, que vienen de la televisión, la comedia o de industrias no-norteamericanas (Robbie es australiana, como lo es la mucho más establecida en Hollywood Blanchett; Sally Hawkins es inglesa, etc, etc.), o en la narración quebrada que nos muestra diversos momentos en forma no secuencial, con el flashback revelando las piezas que faltan para entender “cómo llegamos hasta acá”.
Finalmente, ambas son películas que muestran a sus creadores en un momento creativo clave, cuando muchos estarían dispuestos a sacarles el crédito (especialmente a Allen), demostrando, en sus 70s, una vitalidad que varios creadores mucho más jóvenes tendrían que mirar con detenimiento.
Se perfectamente que no hubo una reunión entre Woody y Marty poniéndose de acuerdo en hacer dos películas en el mismo universo, pero no quita que recomiende pasar unas cinco horas de una tarde aburrida viendo a ambas back-to-back y dejarse llevar no solo por el buen cine, sino también por la imaginación.