jueves, 9 de febrero de 2012

Luis Alberto Spinetta: Padre en años luz



Cuando un artista muere y hay una muestra de dolor colectiva, aparecen enseguida los detractores de siempre, criticando simplemente porque ellos no sienten nada más que cierta curiosidad por el dolor ajeno. Se les suele retrucar con un “ya te va a pasar a vos que se te muera alguien que te gusta/admirás/te marcó”.
Ayer yo fui uno de los que sintió el dolor, casi inexplicable, pero poderosísimo, por la muerte de Luis Alberto Spinetta. Me gusta Luis y su obra, desde hace muchos años, pero nunca fui ‘fan’ ni seguí toda su extensa y muy diversa obra, como si lo es por ejemplo mi hermana Marcela. Y debe ser por este último dato que Luis y su música forman parte de mi vida desde que tengo memoria.
No voy a intentar hacer una elegía ni recorrer una obra para la cual no tengo herramientas con que escribir. Simplemente me voy a focalizar en una ventanita de tiempo en la cual Luis entró en mi vida, y claramente por los sentimientos que se me despertaron ayer, nunca se fue.
Me pasó, como seguramente le va a pasar a muchos de los que se acerquen a su trabajo ahora por primera vez (y me resulta tan extraño que haya gente que no sepa quién es, o no conozca aunque sea algo) que la barrera de entrada es altísima: hablar de Luis es hablar de poesía, y nunca de la poesía obvia o fácil. Es la poesía que requiere abrir los sentimientos y el cerebro para que llegue. Y también es hablar de diversidad musical, y muchas veces de complejidad musical que deja un sentimiento de perplejidad. Y finalmente está la voz, la vocecita que a muchos los enerva hasta lo irracional y a otros simplemente los conmueve hasta las lágrimas. También, por aquella época de mi temprana adolescencia, aun como me sucede hoy, los fans ciegos de cualquier cosa me dan un poco de miedo y rechazo, y me posicionan mal hacia el artista aunque no sea responsable por la salud mental de sus seguidores (algún día escribiré algo sobre los fans enfermos…).

Mi acercamiento personal fue indirecto: desde que descubrí lo que era un sintetizador, me obsesioné con ellos, y con los músicos que los usan, en general, los tecladistas. Una curiosidad que trasciende géneros musicales, nacionalidades, épocas. Y Spinetta siempre estuvo rodeado de músicos increíbles, siendo los tecladistas no una excepción, especialmente en la época de Jade: Juan del Barrio, Diego Rappoport, Lito Vitale y particularmente uno de mis favoritos: Leo Sujatovich. Empecé a escuchar a Jade por esto, e indirectamente me metí en la carrera de Luis.
El fin de los setenta y principio de los ochenta fue una época complicada, el críptico jazz-rock se había filtrado entre los músicos argentinos, y mucho del material era innecesariamente complicado y difícil al oído. Luis había grabado su muy mal recibido disco en inglés, y la misma complejidad de Jade fue bienvenida por los hermenautas fans como un regreso al Luis “difícil” que tanto les gustaba.
Pero Luis, que ya trabajaba en casi independencia en esa época,  tenía también una carrera paralela, una carrera solista. Fue entonces como en 1982 salieron dos discos, muy distintos y con una recepción muy dispar: Kamikaze y Mondo di Cromo.

Kamikaze es un disco único. Si alguien viene y me pide que le recomiende de la nada un disco para escuchar ya de Luis, no dudaría en decirle que sea Kamikaze. Una colección de canciones, algunas de ellas muy viejas, en un formato despojado: voz, guitarra y algunos pianos (cuando hace poco falleció Rapopport, muchos recordaron su imprescindible aporte en este disco). El efecto es hipnótico y conmovedor, pudiéndose apreciar una claridad en la voz única, y con esa claridad, entender cada una de las bellas palabras de sus letras. Es en este disco donde está la que mi entender es LA canción de Luis Barro tal vez (Zamba), una zamba tan sencilla como compleja, que tuvo su destino lógico final en la voz de Mercedes Sosa, aquella de “si no canto lo que siento/me voy a morir por dentro”.
Kamikaze, un disco que lógicamente tendría que ser “menor” por su naturaleza de proyecto alternativo, fue y es uno de los mejor recibidos de su carrera. En una inolvidable presentación en el estadio Obras, Luis se cayó de la tarima donde estaba tocando, ante el estupor de su público. Recuerdo que mi prima Ana Maria estaba ahí, y repetimos nosotros el estupor ante su relato.

El otro disco que salió este año, decíamos, fue Mondo di Cromo… y la recepción no pudo ser más polarizada. Por un lado, este disco, casi pop y new wave, fue destrozado por los seguidores de Spinetta ‘serio’; pero al mismo tiempo, en este momento post-Malvinas, el inmediatamente accesible hit del disco, No te alejes tanto de mi fue una constante radial y hubo un acercamiento a un gran público que exasperó a los tradicionalistas. Algunos hasta entraron en una actitud apologista, atribuyendo un gesto irónico donde no lo había, en lugar de entenderlo como lo que era: una manifestación más de un artista multifacético, que solamente quería grabar algunas buenas canciones inmediatas y ayudar a que se acercaran al público.
Si este movimiento fue mal recibido, nada nos preparaba para lo que estaba por venir. Luego de una tregua con el bello Bajo Belgrano, Spinetta Jade sacaba Madre en años luz, un disco que es básicamente un álbum electrónico, basado en la relación amorosa de Luis con su máquina de ritmo Oberheim DMX. 
La culpable de todo
Admitidamente es un disco difícil al oído, pero la reacción negativa no fue tanto hacia sus (bellas) canciones, si no hacia la elección de instrumentación. Algunos exagerados hablaron de traición, simplemente porque un artista que pasó toda su carrera experimentando lo hacía ahora con una tecnología que se percibía como del “enemigo” que osaba bailar de vez en cuando (memoria selectiva de algunos, preferían también ignorar que ya Kamikaze contenía percusion electronica). Para rematarla, Luis regrabó las voces de la canción Camafeo como un jingle para la recién nacida Rock & Pop. Cuando le preguntaron al respecto, su respuesta fue brutalmente honesta: si Andrés Calamaro o La Torre podían hacerlo, apoyando a una radio que a su vez los apoyaba como artistas, por qué no él?

El disco que le siguió fue una continuación lógica de Madre…, Privé. Ya abiertamente como solista, seguía en la misma experimentación sonora, agregando samplers a la percusión electrónica, y dejando la semilla en El mono tremendo de lo que serian los herederos de sangre de su legado: los Kuriaky y A tirador laser.
La presentación de Privé fue la segunda vez que lo vi a Luis (la primera fue uno de aquellos recordados conciertos gratuitos en Barrancas de Belgrano), y la escala marcaba la espalda que le estaba dando cierto público: ya no Obras, si no el pub Shams.  Aun alumno de secundario, me acerque desde mi lejano Lanús con una amiga a disfrutar de un concierto intimista, donde un Luis relajado alternaba su criticado momento “techno” con sus clásicos, que un grupo de necios se estaban perdiendo en su fundamentalismo.
La carrera de Luis obviamente siguió, mis gustos viraron en otras direcciones, pero nunca perdí ni mi gusto por esos años ni mi admiración y respeto hacia su figura. Aun hoy, Kamikaze esta en alta rotación en mi iPod, y sonrío con La aventura de la abeja reina y me permito un lagrimón con Barro tal vez

1 comentario:

  1. Gus, me gusta mucho tu publicación. Todo lo que contás describe plenamente todo lo que yo viví, y aún vivo con la obra del enorme "Flaco"... Kamikaze, para mi es un disco lleno de belleza, me transporta a otro tiempo y a otro lugar. Mi album favorito de Luis creo que fue, y siempre será, Tester de Violencia... tal vez no pueda decir por que. Me llega de una manera especial; es que sus letras son muy especiales también. Su poesía es única. A decir verdad, yo también suelo transitar por otros caminos en lo que a música se refiere, y no está nada mal, porque en definitiva uno también es lo que escucha. Igualmente desde muy chico, o adolescente quizás, seguí siempre de cerca su arte; su hermosa música y también su maravillosa e inigualable manera de interpretarla. Pero en el caso del "Flaco", su arte también era el, porque lo irradiaba en cada entrevista, en cada charla, en cada gesto... Cada disco que compraba a medida que pasaban los años, era acercarme a un universo distinto al anterior... Quizás porque "mañana es mejor", como solía decir él. Más acá en el tiempo tuve la suerte de estar en aquel concierto inolvidable de Spinetta y Las Bandas Eternas en Vélez... Esa fue, pese a haberlo seguido por tantos años, la primera, y paradójicamente, la última vez que lo vi en vivo. Y que vez... 40 años de carrera de golpe y encima de todos. Fue como un enorme regalo para mi. Todo lo que sentí esa noche es algo que llevaré conmigo siempre. Y desde ahora en adelante será más eterno que nunca.
    Gracias, un abrazo.

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