martes, 28 de febrero de 2012

Con D de ‘descompresión’.



Una de las maravillas de los diversos recursos de ficción que no solemos apreciar y sin embargo siempre está ahí es el manejo del tiempo. A veces de manera invisible, a veces obviamente; el tiempo se acelera, se detiene, se retuerce sobre sí mismo; va para adelante y nos muestra un flash del futuro, o va para atrás y nos cuenta el origen de algo. Libros y películas lo vienen haciendo desde sus orígenes, pero hoy quería hablar de las historietas y las series de televisión, que por su naturaleza seriada tienen sus propias ventajas y desafíos.
Scott McCloud explica como nadie el paso del tiempo en las historietas
El historietista y teórico de los comics Scott McCloud en su imprescindible libro “Understanding Comics” (“Como se hace un comic” en su edición de lengua castellana) explica el efecto de lo que sucede entre los márgenes (lo que en inglés se llaman "the gutters"): pasar de una viñeta a la que sigue puede ser una secuencia de un segundo o de 10 años, el tiempo queda en la transición. Esta libertad ha sido aprovechada, ignorada o abusada a través de los años por diversos creadores. Creadores que rara vez son inmunes a las tendencias y las presiones del mercado, por lo que a veces parece que hay  una sola manera de hacer las cosas.
Las historietas, especialmente las norteamericanas y “de género” (superhéroes, pero también de aventuras, westerns, guerra, etc.) fueron originalmente consideradas un producto no sólo para chicos, sino además como algo descartable y de consumo aleatorio. Esto significaba que las historias tenían que ser autocontenidas, empezar, terminar y explicar todo lo necesario en las pocas páginas que tenían asignadas. A este estilo de narración, rápida, sobre expuesta y de resoluciones arbitrarias se la conoció, retroactivamente, como ‘compresión’ o ‘hiper- compresión’: mucha historia, poco lugar.
Con los años, cambios en los gustos de la audiencia y en la manera de comercializar los ‘comic books’ llevo a que existiera la posibilidad de contar historias más largas y complejas, que podían extenderse por más de un número, o de contener argumentos secundarios que duraban varios números, independientemente de que se resolvieran historias puntuales. Este formato, claro, es el de las series de TV del tipo de médicos o de abogados: hay un “caso de la semana” que se resuelve, pero al mismo tiempo historias más largas, generalmente relacionadas con la vida personal de los personajes, que se extienden en el tiempo, en lo que algunos peyorativamente consideran una estructura de teleteatro.
Pero algo pasó en el mercado de las historietas: las ventas de los números individuales comenzó a declinar, con cada vez mas lectores optando por esperar a que fueran coleccionadas en un libro. Las dos grandes editoriales, Marvel y DC, por diversos motivos comerciales, comenzaron a apoyar cada vez más esta práctica, y directa o indirectamente, bajaron una línea editorial: “Write for the trade” (escribir para la colección). De esta manera, lo que antes era una historia de 22 páginas con principio y fin, ahora es una historia de 6 números (que recordemos, son mensuales) cuyo objeto principal es ser coleccionada eventualmente en un libro. Claro que hay autores que utilizaron este nuevo formato para contar historias más complejas y sutiles, desarrollar personajes, reparar en detalles. Pero otros simplemente las usaron para estirar innecesariamente historias sin ningún peso, agregar diálogos irrelevantes o pasar números y números de cabezas que hablan sin que la historia avance. El principal ofensor es el escritor Brian Michael Bendis, a cargo de los principales personajes de la Marvel desde hace casi 10 años. A este efecto rebote de lo que fue la hiper- compresión se lo conoce como ‘descompresión’.
Las famosas "cabezas Bendis" que hablan y hablan y hablan...
Las historias descomprimidas están por todas partes, claro. Ya mencionamos que los libros y las películas siempre usaron estos recursos, desde la novela rusa a mucho del cine de arte actual, siempre criticado porque “no pasa nada”. Pero eso es un tema para otra columna. El origen de ésta fue que el fenómeno de descompresión hizo el salto también a las series de televisión, con resultados mixtos.

Tal vez el caso más extremo es el de 24, cuya premisa básica era justamente la descompresión como recurso narrativo: contar la historia de un día en lo más parecido al tiempo real: 24 episodios de una hora. Independientemente de que gustara o no, el recurso generó un impacto y gran parte del éxito de la serie se debió a esta originalidad.
Pero la descompresión a veces nos genera un efecto contrario, especialmente cuando invertimos horas de nuestro tiempo, o a veces meses (recordemos que estamos hablando de ficciones semanales) en una historia que sigue más o menos en el mismo lugar. Estoy pensando en Breaking Bad, la aclamada serie que justamente fue creada por Vince Gilligan, que como guionista de The X-files algo sabe de extender historias  más allá de lo necesario. Obviamente nadie puede acusar a Breaking Bad de que no sucede nada, al contrario, suceden demasiadas cosas. Pero cuando uno repara que estamos en el final de la segunda temporada y la esposa del protagonista aun sigue embarazada, empezamos a empantanarnos. Episodio 1: mujer embarazada de 7 meses. Episodio 20, 2 AÑOS DESPUES, mujer que recién esta por dar a luz. La suspensión del descreimiento empieza a estar al límite.
Promocion de la segunda temporada de Breaking Bad. Skyler TODAVIA embarazada
Como dice el encabezado de este blog, aquí no hay opiniones objetivas. En lo personal, la descompresión me cansa, me hace perder el interés. Claro que a veces se compensa con otros matices (más allá de que la use de ejemplo, Breaking Bad utiliza el recurso mayormente con éxito, para mostrar las sutilezas evolutivas del personaje de Walter White), y depende también del compromiso económico mas alla de lo temporal que tengamos: si cada historieta sale un promedio de 3 dólares, con nuestro tipo de cambio y la dificultad para conseguirlas, queremos que pase ALGO y no tener que esperar seis meses para un “continuará” que probablemente decepcione de todas maneras.



jueves, 23 de febrero de 2012

(No) Soy tu fan

“Un fanático nunca debe ser subestimado”. Claudia Brucken ~ Fanatic

Hace unos días, hablando sobre Spinetta, comentaba como toda la vida los fanáticos me dieron una especie de respeto que limita con el miedo.
Obviamente cuando hablamos de fanáticos, pensamos en los religiosos, políticos o que apoyan alguna causa especifica (vegetarianos y proteccionistas vienen a la mente). Pero estoy pensando particularmente en los fanáticos de ciertos artistas. Y ojo que digo "ciertos" y no digo "cualquier" artista, porque parece haber cierta categoría de artista que genera algo más que seguidores o fans, artistas que generan algo más parecido a la devoción. Mencioné a Spinetta como un ejemplo, pero hay casos que se sirven de ejemplos más claros: estoy pensando en Boy George, en Morrissey. Más acá en el tiempo hay intentos de artistas como Gaga de hacer algo similar.
¿Que caracteriza a estos fanáticos y a estos artistas? Primero y principal, devoción acrítica. En segundo lugar una absoluta falta de sentido del humor. Y en tercero, y tal vez la más peligrosa o sencillamente irritante, una militancia incansable, persecutoria y punitiva de cualquiera que no comulgue con su favorito. Por el lado de los artistas, hay un cierto mesianismo, siempre disimulado tras una fachada de "en realidad esos fans me molestan" pero que efectivamente no hacen nada por desactivarlos (debemos admitir que George tiene antecedentes de insultar abiertamente a sus fans, quienes en un arrebato masoquista se sienten aun más validados en el insulto).
Estos fenómenos además han empeorado en la era de las redes sociales, donde una mezcla de fácil acceso sumado al posible anonimato son algo así como el sueño del psicótico. Intenten escribir un comentario en Twitter sobre ese ídolo pre-adolescente que no voy a mencionar para que no me empiecen a spammear y prepárense para recibir 348 mensajes que incluyen amenazas de muerte, declaraciones de amor escritas con pobre ortografía, argumentos descabellados sobre calidad, talento y origen de los mismos y varios cientos de spambots ofreciendo cosas de las que mejor no enterarse.
Dándoles un punto a los fans del “artista” tácito en el párrafo anterior, la excusa suele ser que estos fanatismos son un fenómeno claramente adolescente, que tiene que ver con la necesidad de validación en grupos de referencia. Pero la experiencia muestra que más allá de adolescencias estiradas, hay gente que ya tiene edad de saber mejor lo que está haciendo, que mantiene intacta su devoción por algún cantante de sexualidad dudosa que supo tener su momento de esplendor hace muchos años.
Madonna y su limo. Tengan mucho miedo. 
Independientemente de lo molestos que puedan resultar a sus ocasionales victimas críticas (en este caso, vendría siendo yo), también son un poco un riesgo para sí mismos. Estamos hablando de la gente que es atropellada por la limosina en movimiento de su objeto de adoración en un momento de persecución (Madonna es encantadoramente despreciativa de sus fans psicóticos y a ella pertenece el vehículo que se llevó puesto un fan en una de sus visitas a la Argentina), gente que va hasta la puerta de la casa de su admirado y cual cartoneros revisan las bolsas de basura que estos dejaron (en nombre de la privacidad voy a mantener la identidad de los psicos y del/a artista involucrada, PERO USTEDES SABEN QUIENES SON).
Claro que todos tenemos ídolos, sin ir más lejos soy y me relaciono con gente que se ha gastado los ahorros de una vida en un viaje internacional para ver a su artista favorito en concierto. Pero he aquí la diferencia: una cosa es morir por ver al artista en el escenario, otra la de acampar en la puerta de su casa por robar una foto, un beso o un protector diario de la bolsa de residuos.
Existen claro, fans muy fanáticos que se toman las cosas con más levedad. Siempre suelo citar mi amiga la Negra, que era fan de Madonna de aquellas. Nadie la quería más, pero tampoco nadie era más crítico. Justamente, el amor por el artista le permitía ser implacable ante sus fallas, y siempre con un sentido del humor que lograba transmitir tanto su fanatismo como lo grave de la ofensa de Ciccone (que ya hemos establecido, le importan soberanamente un bledo sus seguidores). Han habido clubs de fans que han sufrido más cismas que partido trosquista por diferencias de encare (amigos Poof, a ustedes los estoy mirando) hacia el artista y su carrera.
Imagen autocensurada en nombre del buen gusto
Lamentablemente, son la minoría. La gran mayoría son los que caen en la categoría que Mariano Lago suele llamar “fronterizo”. Puedo no coincidir con el diagnóstico, pero si con la apreciación. No hay más que ver a los “fanáticos” de ciertas “estrellas” vernáculas participando en reality shows para darse cuenta que o esa gente está muy mal como para sufrir esa exposición, o tan necesitados de exposición como para simular estar tan mal. De una forma u otra, hay alguien que esta lucrando poniéndolos frente a las cámaras, y como estas cosas se esparcen por contagio cual síntoma histérico en el internado de señoritas, dando el ejemplo de cómo un “fan” debe “actuar”. Y el mundo es un lugar peor a causa de ello. 



viernes, 17 de febrero de 2012

Comentario: Modern Family 3x16 - Virgin Territory


“You’re ruining brunch!”
Por un momento, casi prendo todo fuego. Cuando durante la escena del brunch familiar, Lily empezó a ser toda “linda” y “precoz” casi más decido que no iba a comentar más la serie. Afortunadamente, este episodio de Modern Family demostró tener un poco de auto percepción, de la misma manera que Claire-neurótica pasó a ser una clave argumental, Lily-encantadora también, con la consecuente reacción de Luke y Manny. 
De hecho, la escena inicial del brunch fue una muestra de la fórmula Modern Family funcionando como corresponde: dinámica de personajes que surge de ponerlos a todos juntos, suficiente “corazón” como para recordarnos que es una comedia familiar pero con algo de guiño sarcástico como para no empalagar.
Lejos está de ser un episodio perfecto, no nos confundamos, pero es el segundo consecutivo que muestra señales de mejora. 
De la misma manera que destaco cada semana el trabajo de Ty Burell, esta semana le tocó brillar al segundo comediante con estilo del programa, Eric Stonestreet, con Cam siempre mostrando un “algo más” que lo obvio de su personaje. 
Y entre tanta crítica, también hay que destacar las cosas en las que la serie se desprende del resto: la ausencia de risas grabadas que no nos indican cuando reirnos, todo lo no dicho que sin embargo está presente, y hasta algunos juegos de palabras que desafían la inteligencia del televidente en lugar de telegrafiar obviedades. Nuevamente, los personajes parecen comentar sobre esto mismo, este mismo estilo “meta” es uno de los puntos fuertes que a veces dejamos de lado en el enojo. La situación de Phil sabiendo y no sabiendo que su hija adolescente ya no es virgen resultó encantadoramente compleja, sin dejar de ser graciosa o de tener aspectos sentimentales. Y rescatemos que cualquier otra serie hubiese tornado la situación en un “episodio muy especial” educando sobre sexo adolescente, mientras que aquí es simplemente un hecho más de la vida. Bien por todos los involucrados por mostrar la madurez correspondiente.
Y hasta parece, en retrospectiva, que el episodio me gustó más de lo que creía. Bien por Modern Family, entonces!

Comentario Modern Family 3x15 - Aunt Mommy



"It's a freak show, but it's their freak show"

Televidentes de Los Simpson (es decir, todos) deben estar familiarizados con esos episodios de estructura medio extraña, donde los primeros cinco minutos son sobre una cosa, y luego pasan a ser sobre otra completamente diferente. Creemos que en algún momento el argumento de los primeros minutos va a ser retomado, pero no, ahí queda.
Este episodio de Modern Family se sintió un poco así: salvo la historia de Jay/Gloria/Manny que es más o menos lineal, el resto de las historias empiezan por un lado, hacen un mínimo set-up, y luego cambian radicalmente.
Raro, no necesariamente malo o bueno, simplemente distinto y de efectividad dudosa. De hecho, por un momento me pareció que estaban tratando de establecer una línea argumental para los últimos episodios de la temporada, con un nuevo bebé de linaje Cameron-Mitchell-Claire en alguna combinación (y tampoco es que el argumento se haya cerrado, pero si la historia del episodio).
El episodio en sí es flojo, con algunos chistes aislados brillantes (Claire teniendo un hijo cada vez que se emborracha, la conversación telefónica de Phil mientras muestra la casa), y nuevamente una vuelta de tuerca con “corazón” que se va a edulcorada a simplemente siniestra (¿qué demonios es ese último momento con Jay?).
¿Comentario corto? Seguro. La verdad, cada vez tengo menos para decir de Modern Family. Se transformó de “no puedo esperar a ver el último episodio” en “si estoy zappeando y está en aire, la miro”. Bah.

Comentario: Modern Family 3x14 - "Me? Jealous?"

“Good to see you, Betty Luke”

En estas series que hacen 22 o más episodios por temporada, la única manera de hacer un pequeño ‘control de calidad’ o al menos de mantener la coherencia, es con alguien que se haga cargo de supervisar todos los guiones. Esa persona se suele llamar productor ejecutivo, y  a veces en la prensa especializada, show runner. Hay productores ejecutivos que tienen una “voz” particular, que mantienen un apretado control sobre el producto final, y otros más relajados que dejan hacer a su equipo de guionistas. Claramente Steve Levitan, el creador y productor ejecutivo de Modern Family, cae en el segundo grupo, o al menos así es como está manejando esta tercera temporada.
Es la única manera que se me ocurre de justificar lo despareja que esta resultado, y la diferencia de encares para diferentes episodios. Esta muy bueno que no dependan de una formula inflexible (si bien hay reglas claras que se repiten: como ya mencionamos, rompiendo con el estructura clásica de argumento a/argumento b de las sitcoms, Modern Family adhiere a un modelo a/b/c), pero también el televidente queda con un efecto montaña rusa, y con tanto sobresalto negativo, al borde de abandonar por completo.
Toda esta larga introducción es para hablar del episodio 14 de la temporada, que fue bastante diferente de los últimos (que ya quedo establecido, no me gustaron para nada), y si bien no puedo hablar de que sea mejor, por lo menos es un paso en la dirección correcta. Señor Ben Karlin, que escribió este episodio, quiero ver que más tiene entre manos.
La diferencia fue que partiendo de un par de situaciones exteriores a los personajes, se exploraron los temas usuales de otra manera.
Por un lado, Phil se relaciona con un potencial socio que parece tener…otras intenciones con Claire. La serie de confusiones y chistes basados en el lenguaje corporal de los personajes fueron graciosos sin ser forzados (una vez mas  Ty Burrell queda expuesto como el centro comédico de la serie). Por otra de esas complicaciones televisivas, Cam y Mitchell se tienen que instalar en casa de Jay y Gloria, desprendiendo dos historias: una de Mitch y su padre, la otra entre Gloria y Cam. Y hay una cuarta historia que involucra a los chicos Dumphy.
Lo bueno es que todas estas historias rondaron un tema común (celos manifestados de diversas maneras), y las situaciones hasta cierto punto forzadas sirvieron de catalistas para resaltar las relaciones entre personajes. Resulta refrescante ver que Phil y Claire, por más que se enervan mutuamente y están desgastados por años de relación, siguen queriéndose genuinamente.
Y hay que quedarse hasta el último segundo, para conocer a un futuro clásico en la mitología de la serie: Betty Luke.
Lejos de ser un episodio perfecto, pero al menos un episodio gracioso, y más importante,  un episodio  MEJOR que los últimos. 

jueves, 9 de febrero de 2012

Luis Alberto Spinetta: Padre en años luz



Cuando un artista muere y hay una muestra de dolor colectiva, aparecen enseguida los detractores de siempre, criticando simplemente porque ellos no sienten nada más que cierta curiosidad por el dolor ajeno. Se les suele retrucar con un “ya te va a pasar a vos que se te muera alguien que te gusta/admirás/te marcó”.
Ayer yo fui uno de los que sintió el dolor, casi inexplicable, pero poderosísimo, por la muerte de Luis Alberto Spinetta. Me gusta Luis y su obra, desde hace muchos años, pero nunca fui ‘fan’ ni seguí toda su extensa y muy diversa obra, como si lo es por ejemplo mi hermana Marcela. Y debe ser por este último dato que Luis y su música forman parte de mi vida desde que tengo memoria.
No voy a intentar hacer una elegía ni recorrer una obra para la cual no tengo herramientas con que escribir. Simplemente me voy a focalizar en una ventanita de tiempo en la cual Luis entró en mi vida, y claramente por los sentimientos que se me despertaron ayer, nunca se fue.
Me pasó, como seguramente le va a pasar a muchos de los que se acerquen a su trabajo ahora por primera vez (y me resulta tan extraño que haya gente que no sepa quién es, o no conozca aunque sea algo) que la barrera de entrada es altísima: hablar de Luis es hablar de poesía, y nunca de la poesía obvia o fácil. Es la poesía que requiere abrir los sentimientos y el cerebro para que llegue. Y también es hablar de diversidad musical, y muchas veces de complejidad musical que deja un sentimiento de perplejidad. Y finalmente está la voz, la vocecita que a muchos los enerva hasta lo irracional y a otros simplemente los conmueve hasta las lágrimas. También, por aquella época de mi temprana adolescencia, aun como me sucede hoy, los fans ciegos de cualquier cosa me dan un poco de miedo y rechazo, y me posicionan mal hacia el artista aunque no sea responsable por la salud mental de sus seguidores (algún día escribiré algo sobre los fans enfermos…).

Mi acercamiento personal fue indirecto: desde que descubrí lo que era un sintetizador, me obsesioné con ellos, y con los músicos que los usan, en general, los tecladistas. Una curiosidad que trasciende géneros musicales, nacionalidades, épocas. Y Spinetta siempre estuvo rodeado de músicos increíbles, siendo los tecladistas no una excepción, especialmente en la época de Jade: Juan del Barrio, Diego Rappoport, Lito Vitale y particularmente uno de mis favoritos: Leo Sujatovich. Empecé a escuchar a Jade por esto, e indirectamente me metí en la carrera de Luis.
El fin de los setenta y principio de los ochenta fue una época complicada, el críptico jazz-rock se había filtrado entre los músicos argentinos, y mucho del material era innecesariamente complicado y difícil al oído. Luis había grabado su muy mal recibido disco en inglés, y la misma complejidad de Jade fue bienvenida por los hermenautas fans como un regreso al Luis “difícil” que tanto les gustaba.
Pero Luis, que ya trabajaba en casi independencia en esa época,  tenía también una carrera paralela, una carrera solista. Fue entonces como en 1982 salieron dos discos, muy distintos y con una recepción muy dispar: Kamikaze y Mondo di Cromo.

Kamikaze es un disco único. Si alguien viene y me pide que le recomiende de la nada un disco para escuchar ya de Luis, no dudaría en decirle que sea Kamikaze. Una colección de canciones, algunas de ellas muy viejas, en un formato despojado: voz, guitarra y algunos pianos (cuando hace poco falleció Rapopport, muchos recordaron su imprescindible aporte en este disco). El efecto es hipnótico y conmovedor, pudiéndose apreciar una claridad en la voz única, y con esa claridad, entender cada una de las bellas palabras de sus letras. Es en este disco donde está la que mi entender es LA canción de Luis Barro tal vez (Zamba), una zamba tan sencilla como compleja, que tuvo su destino lógico final en la voz de Mercedes Sosa, aquella de “si no canto lo que siento/me voy a morir por dentro”.
Kamikaze, un disco que lógicamente tendría que ser “menor” por su naturaleza de proyecto alternativo, fue y es uno de los mejor recibidos de su carrera. En una inolvidable presentación en el estadio Obras, Luis se cayó de la tarima donde estaba tocando, ante el estupor de su público. Recuerdo que mi prima Ana Maria estaba ahí, y repetimos nosotros el estupor ante su relato.

El otro disco que salió este año, decíamos, fue Mondo di Cromo… y la recepción no pudo ser más polarizada. Por un lado, este disco, casi pop y new wave, fue destrozado por los seguidores de Spinetta ‘serio’; pero al mismo tiempo, en este momento post-Malvinas, el inmediatamente accesible hit del disco, No te alejes tanto de mi fue una constante radial y hubo un acercamiento a un gran público que exasperó a los tradicionalistas. Algunos hasta entraron en una actitud apologista, atribuyendo un gesto irónico donde no lo había, en lugar de entenderlo como lo que era: una manifestación más de un artista multifacético, que solamente quería grabar algunas buenas canciones inmediatas y ayudar a que se acercaran al público.
Si este movimiento fue mal recibido, nada nos preparaba para lo que estaba por venir. Luego de una tregua con el bello Bajo Belgrano, Spinetta Jade sacaba Madre en años luz, un disco que es básicamente un álbum electrónico, basado en la relación amorosa de Luis con su máquina de ritmo Oberheim DMX. 
La culpable de todo
Admitidamente es un disco difícil al oído, pero la reacción negativa no fue tanto hacia sus (bellas) canciones, si no hacia la elección de instrumentación. Algunos exagerados hablaron de traición, simplemente porque un artista que pasó toda su carrera experimentando lo hacía ahora con una tecnología que se percibía como del “enemigo” que osaba bailar de vez en cuando (memoria selectiva de algunos, preferían también ignorar que ya Kamikaze contenía percusion electronica). Para rematarla, Luis regrabó las voces de la canción Camafeo como un jingle para la recién nacida Rock & Pop. Cuando le preguntaron al respecto, su respuesta fue brutalmente honesta: si Andrés Calamaro o La Torre podían hacerlo, apoyando a una radio que a su vez los apoyaba como artistas, por qué no él?

El disco que le siguió fue una continuación lógica de Madre…, Privé. Ya abiertamente como solista, seguía en la misma experimentación sonora, agregando samplers a la percusión electrónica, y dejando la semilla en El mono tremendo de lo que serian los herederos de sangre de su legado: los Kuriaky y A tirador laser.
La presentación de Privé fue la segunda vez que lo vi a Luis (la primera fue uno de aquellos recordados conciertos gratuitos en Barrancas de Belgrano), y la escala marcaba la espalda que le estaba dando cierto público: ya no Obras, si no el pub Shams.  Aun alumno de secundario, me acerque desde mi lejano Lanús con una amiga a disfrutar de un concierto intimista, donde un Luis relajado alternaba su criticado momento “techno” con sus clásicos, que un grupo de necios se estaban perdiendo en su fundamentalismo.
La carrera de Luis obviamente siguió, mis gustos viraron en otras direcciones, pero nunca perdí ni mi gusto por esos años ni mi admiración y respeto hacia su figura. Aun hoy, Kamikaze esta en alta rotación en mi iPod, y sonrío con La aventura de la abeja reina y me permito un lagrimón con Barro tal vez

lunes, 6 de febrero de 2012

Señora de las cuatro décadas de carrera.



Mal que le pese a ella y a muchos de sus detractores (que son de por si muchos), Madonna ya es un clásico. Con un corpus que abarca treinta años y comienza su #31; sobre analizada, criticada, alabada, imitada, defenestrada, su carrera ya está más cerca de la de Michael Jackson, los Rolling Stones, Aretha Franklin que la de Britney, Christina, Kathy, Beyonce o cualquiera de las otras con las que se las ponga en línea.
Entonces, una artista que empieza su cuarta década de carrera, tiene que tomar una decisión, complicada y que define su futuro: se transforma en un artista ‘de nostalgia’, viviendo de sus pasadas y muy merecidas glorias, o sale a ponerle su sobre entrenado cuerpo a una competencia con artistas con la mitad de su edad.  La presentación en el entre tiempo del SuperBowl anoche fue una clara muestra de esta tensión que probablemente se extienda a su nuevo disco, pronto a salir y la seguramente espectacular gira que le va a seguir.
Por un lado tenemos a la Madonna clásica, reviviendo su repertorio eterno  a prueba de balas, curiosamente limitado a su primera década de carrera (salvo la muy honrosa excepción de Music, perfectamente elegida por su capacidad de levantar a cualquier muerto). Por el otro  tenemos a su nuevo corte, Give me all your Luvin’, con un toque infantiloide bastante poco adecuado para una mujer de 53 años y apoyado en una serie de invitados especiales que intentan demostrar que “actual” es la señora.

Independientemente de cuál de los dos paradigmas gane, anoche quedó bien claro que hay uno que le cabe a la perfección y otro que resulta un poco desesperado. El concierto abrió con un pastiche greco-egipcio-romano, que lamentablemente no por ser una buena idea nos hace olvidar que una de sus rivales  de generación “intermedia” (Kylie) lo acaba de hacer en una gira de amplia difusión mundial, y con un golpe ente los ojos: Vogue, uno de sus cortes más clásicos. Apelar a lo obvio es, claro, una receta perfecta para algo tan masivo como el SuperBowl, y mucho del resto de la selección de repertorio, salvo la presentación de su nueva canción, apeló a este mismo,  efectivo recurso. Siendo un artista con decenas de canciones que suenan inmediatamente familiares, Madonna podría vivir perfectamente de reciclarlas eternamente y su fiel publico de 2 o 3 millones de personas la seguirían acríticamente hasta que decidiera retirarse.

Pero La Señora no quiere esto: ella necesita mostrar lo vigente que es, y entonces sale con los tacos aguja de punta a hacerle frente  a las nuevas generaciones, al tiempo que los aprovecha para acercarse a un público juvenil que la mira con cara de “que onda la abuela?”. Give me all your luvin’, cuyo video se estrenó durante la semana en el aluvión mediático que nos recordó nuevamente la maestría con la que maneja sus relaciones publicas, es un triste homenaje a Mickey de Toni Basil, que apela a una estética de porristas, que no por adecuada al evento de anoche podríamos considerar apropiada para una señora de esta edad y logros de carrera. Musicalmente remite al exitoso pero criticadísimo pop de Kathy Perry, un producto que tiene por target a princesas Disney que piensan que el pelo azul es una locura divertida. De la canción participan, casi innecesariamente, dos de las chicas del momento, Nicky Minaj y M.I.A, con una aparición tan breve e irrelevante que si pestañamos la perdimos, y que aportaron si, en el show futbolístico, un toque de autentica frescura.  Hablando de invitados, durante Music aparecieron LMFAO, la definición misma de ‘one hit wonder’, y aquí es donde tenemos que empezar a dudar del criterio de selección: mientras que Minaj y M.I.A además de jóvenes tienen un verdadero toque de vanguardia y actualidad, el dúo californiano no son más que un producto chicle de verano, y asociarse a ellos es más dañino que salvador. Son esos los momentos donde el plan maestro de carrera nos hace dudar, es algo que suena a manotazo desesperado de alguien que todavía no se está ahogando.
El cuarto invitado fue si, especialmente adecuado: Cee-Lo Green.  Madonna siempre coqueteo con el soul, y Cee-lo tiene una cosa de estar bien en el presente remitiendo al pasado, que se ajusta a la perfección al plan “nostalgia/actualidad” al que nos referíamos más arriba. La aparición de Green hizo un quiebre en la presentación: para empezar, se abrieron los micrófonos en serio (criticar a Madonna por hacer playback es como criticar a la lluvia porque moja: ella institucionalizó y justificó su uso para los artistas multimedia que tienen que verse mejor de lo que suenan), y con dos líneas, una de Open your heart y otra de Express yourself, validó la carrera de Madonna en toda su dimensión.
El cierre fue con Like a Prayer, coro góspel como desde siempre, invitación a cantar y celebrar, y nuevamente ratificando la excelente decisión de utilizar a Cee-lo como invitado. Como notaron varios comentaristas, tal vez lo más notable de toda la presentación fue ‘la sonrisa de mama’: desde hace varios años, el profesionalismo de Madonna viró en mala onda, y ayer se la pudo ver sonreír ante un trabajo bien hecho, entendiendo que si quiere mantenerse cerca del público masivo, tiene que necesariamente ablandar su imagen.
Pero antes del final, un recordatorio a la Madonna seria y falta de humor de los últimos 10 años: en la (impresionante) pantalla al frente del escenario, la inscripción “World peace”, que nos trae un flashback desagradable a la Madonna mística que tiene el caradurismo de hacer un cover de Imagine, sin ninguna ironia.
Concluyendo, como calificar a esta presentación? Bueno, fue una buena muestra de todo lo bueno y todo lo malo que tiene Madonna para mostrar. Por el lado bueno, su profesionalismo, carisma, excelente puñado de canciones, timing. Por el malo, su desesperación por aferrarse a su juventud y la de su hipotético público, su frialdad como performer, su necesidad de trascender como ‘profunda’ o ‘relevante’, cuando todo lo que queremos de ella es que nos saque, como ella misma inauguro su carrera hace 30 años, a cantar, bailar, pararnos y hacer la nuestra.
Dance and sing, get up and do your thing